Llevo toda mi vida viviendo en Bruselas, y llevo toda mi vida enganchado a Radio Nacional de España
Desde muy niño sentí una pasión loca por la radio, un medio ágil que te permite soñar, que te permite imaginar. He imaginado miles de voces, miles de momentos mágicos, trágicos y alegres.
Recuerdo cómo mis padres intentaban sintonizar Radio Nacional de España para saber si Franco había muerto. Estábamos todos reunidos delante de ese aparato enorme que en el fondo contaba menos cosas que los medios de comunicación belgas.
Recuerdo la primera vez que descubrí RNE en 1979 escuchando una retransmisión de un Atlético de Madrid - Barcelona. Me quedé impactado por la pasión, la imaginación y la intensidad de esos comentarios. No tenía nada que ver con lo que se podía escuchar en las radios de Bélgica o Francia. Era otra dimensión. ¡Eso sí que era transmitir un partido de fútbol! Lo grabé en un cinta y al día siguiente fui a la escuela para explicarles a mis compañeros belgas que el fútbol se tenía que retransmitir de esa forma. Incluso ellos se quedaron impresionados.
Más tarde descubrí a Jesús Quintero en El Loco de la Colina. ¡Así había que hacer una entrevista! Era tarde, de noche, mi madre comprobaba que estuviera dormido y sin radio. A los pocos minutos me levantaba y pegaba al loco a mi almohada.
Luego, viví con gran intensidad el 23 de febrero de 1981. Tenía 16 años, estaba estudiando en casa. Eran las 19h, puse Radio Exterior de España para seguir el debate de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. Había algo extraño: solo se oía música, ahora no recuerdo si era música clásica o militar, pero no se decía nada del debate. A las 19h30 llegó mi tía a casa, estaba nerviosa y nos anunció que se acababa de producir un golpe de estado. Me reí de ella, la pobre, qué tontería estaba contando si en Radio Exterior no habían anunciado nada... Pusimos la televisión, y efectivamente, ahí estaban todas las televisiones de Europa hablando de Tejero. Más tarde por la noche escuché el bando militar publicado por Milán Astray en Valencia, Lo repetían cada media hora. ¡Esto parecía que iba en serio! Hacia la una de la madrugada oigo el mensaje del Rey y me voy a la cama tranquilizado. Al día siguiente, escuela, todo el mundo habla del golpe de estado, todo el mundo me pregunta. Pausa del medio día, hago un sprint de 3 kilómetros para llegar a casa y conectarme a REE. Escucho a un periodista anunciar que los diputados están saliendo del Parlamento. Todo el mundo está emocionado. Yo también.
Recuerdo a Magín Revillo y sus programas La noche abierta y Carretera Nacional. Era de madrugada y ¡eso sí que era radio! Sacaba los micrófonos a la calle, nos hacía descubrir profesiones, personajes de la noche, lugares, paisajes, carreteras. Cada noche esperaba con impaciencia ese momento, ese viaje por la imaginación. Sólo con el sonido teníamos las imágenes.
Recuerdo la voz de Luis del Olmo y la sintonía de su programa De costa a costa. ¡Eso sí que era un magazine!
Recuerdo con emoción el que para mí siempre será el programa favorito y mi referencia radiofónica: La ventana de Javier Sardá y el Señor Casamayor. ¡Qué inteligencia, qué imaginación, qué emoción! Lloré el día en que se despidieron de Radio Nacional para marcharse a la Ser. Lloré porque desde Bruselas no tenía la posibilidad de escuchar la radio del grupo Prisa y tenía la sensación de que nunca volvería a oír un programa así. Era increíble que una persona tan viejita fuera tan buen comunicador. Tenía tanto miedo de que se muriera y desapareciera de mi vida. Luego entendí que lo importante era que Javier Sardá tuviera una buena salud. El día en que lo supe me alegré tanto, me di cuenta de que había Casamayor para rato. Pasaba el tiempo y no podía olvidar al viejo catalán. Llegué a conectarme vía teléfono con algún familiar mío en España para poder seguir escuchando alguna tarde a Casamayor. Encontré otra solución más práctica: una amiga mía me grababa los programas y me los enviaba por correo. Uno de los momentos más emocionantes en mi vida fue en cierta ocasión cuando el programa me llamó para saber qué imagen tenían los belgas de España. Estuve mas de 20 minutos hablando con Javier Sardá, Casamayor no intervino para nada, pero al final le tuve que hacer mi declaración de amor y me dio un abrazo radiofónico que lo guardo en lo mas profundo de mi corazón.
Con la llegada de Internet fui descubriendo otras radios y otros personajes que han marcado mi existencia como oyente ciudadano: Iñaki Gabilondo o el ya fallecido Carlos Llamas.
Desde hacía algún tiempo me sentía un poco triste escuchando la radio. No había ningún programa que me impactara, no había ninguna voz que me emocionara. Hace dos años durante unas vacaciones en España, en una noche de insomnio decido escuchar la radio. Ahí descubro a un personaje que no conocía para nada, un tal Manolo HH. Dirigía una serie de entrevistas. Digo bien una serie porque eran varias personas que no tenían relación directa entre ellas y abordaban distintos temas, pero que gracias a la inteligencia del presentador saltaba de una a otra de forma totalmente natural, como si hubiera una conexión entre cada uno de los invitados. De golpe escucho a unos actores actuando con la misma intensidad dramática que durante una representación teatral. Descubro a unos intelectuales descifrando la sociedad en la que nos ha tocado vivir, y todo esto desde el buen humor, desde una especie de tranquilidad alegre, con un lenguaje sencillo e inteligente sin agresividad, sin insultar. ¿Pero de dónde sale este tipo? ¿De dónde sale esta forma de hacer radio? ¡Por fin otro genio de los micrófonos! Ya mis noches no fueron las mismas. Dos años esperando la 1 de la madrugada para oír este momento de inteligencia. Mi relación con el programa ha sido tan fuerte que he programado viajes en coche de madrugada sabiendo que no me dormiría porque estaba Manolo HH. En todo este tiempo me ha imposible poder desconectar de La noche menos pensada.
Es más, y tal como ya señalé en otro articulo, ése ha sido uno de los argumentos utilizados por mi esposa para pedir la separación hace 6 meses. Por la noche no me acostaba a dormir: escuchaba la radio y la molestaba el ruido y mi risa con los comentarios de Javier Bergia. Hasta en alguna ocasión le supliqué que escuchara a Souvirón (estoy seguro de que si lo hubiera hecho, se habría enganchado) pero resultó imposible.
Obviamente había otras razones para la separación pero ésa también se puso encima la mesa. Luego, no es necesario convencerme de que el final de La Noche Menos Pensada ha sido una verdadera pérdida en mi vida. Este tipo llevaba 12 años haciendo radio y yo sin enterarme. ¡Lo que me he perdido!
Llega el verano de 2008 y oigo que se van a cargar Clásicos populares y La noche menos pensada. Al principio pensé que era un error, que no se atreverían. Habrá una reflexión. ¿Cómo se van a cargar dos de los programas más emblemáticos de Radio Nacional? ¡Ya sé! Van a cambiar el concepto, los horarios, Manolo HH estará por la mañana y Fernando Argenta se podrá oír en Radio 3 o algo así. No, les dicen chao, hasta luego, gracias por los servicios prestados, no necesitamos esta experiencia, son demasiado viejos para un proyecto tan nuevo.
Desde entonces no paro de pensar: ¿Cómo es posible que esta nueva dirección de RNE no valore la calidad? Supongo que estas personas nunca han escuchado la radio, solo la han oído. Supongo que cuando eran adolescentes soportaban únicamente las radios con música, y Radio Nacional les tenía que parecer una radio de viejos. La España de hoy tiene que ser moderna, hay que estar a la última: lo importante es la forma, no la profundidad ni la experiencia. Esa situación la estamos viviendo en todas las esferas de la sociedad española y esa modernidad ha llegado a Radio Nacional. Lo moderno es lo vacío, el contenido aburre.
Para mí, 2008 será el año de la victoria de España en la Eurocopa y de la desaparición de dos de los mejores programas de la radio en Europa. Me gustaría que 2008 sea también el año en el que unos oyentes ciudadanos han decidido resistir contra tanta modernidad. Nunca olvidaré la voz de ManoloHH, la sintonía de Bergia, la inteligencia de las entrevistas, la espontaneidad de los invitados, la alegría de la improvisación. La noche menos pensada reunía todos los ingredientes que se pueden exigir a un buen programa de radio: imaginación, profundidad, sensibilidad y humor. Aprendí muchas cosas, me reí muchas noches y reflexioné cada madrugada. Eso ya se ha acabado, o eso pretenden estos dirigentes. Bueno, igual han ganado, igual es imposible resistir contra esa falsa modernidad que invade el país, o quizás hayan conseguido que unos simples oyentes ciudadanos se organicen y digan: Ustedes no están dirigiendo una empresa privada sino un ente público en el que todos los españoles tenemos derecho a opinar.
Seguramente hayan ganado, pero por si acaso, firmo la petición.
Resistiremos, lucharemos y ya veremos...
José Luis
( desde Bruselas)