Ya ha comenzado el nuevo curso. También el nuevo curso radiofónico. Por todas partes las mismas declaraciones grandilocuentes de todos los años, la misma habilidad en transmitir publicitariamente mensajes que nunca se corresponden con la verdad. Al fin y al cabo, si la verdad fuera hoy día importante una buena parte de nuestros dirigentes no podrían seguir ejerciendo.
Un nuevo curso. En la UNED, donde llevo veinticinco años dando clases, el latín ha sido barrido definitivamente de la carrera de Filología Hispánica. Los futuros graduados (el plan de Bolonia acaba con los licenciados) en lengua española no habrán estudiado latín en ningún momento de su carrera, no conocerán el origen de su propia lengua y profundizarán en un camino de desconocimiento que se inició hace ya tiempo. En la Facultad de Historia, el latín y el griego desaparecieron con el primer ajuste provocado por la adaptación al plan de Bolonia: las dos lenguas en que se ha escrito la historia antigua han sido relegadas al olvido, probablemente para siempre. El estudio directo de las fuentes, el conocimiento directo de lo que han dejado escrito griegos y romanos no formará parte de los conocimientos de los futuros historiadores (ni de los presentes, en realidad). En la Facultad de Filosofía pasa exactamente lo mismo.
Los estudios humanísticos derivados del conocimiento de las lenguas clásicas van desapareciendo inexorablemente de los planes de estudios. Dos de los rasgos característicos de la cultura griega, la paideía y la philanthropía, que, después de haber sido asumidos por una cierta parte de la clase dirigente romana, caracterizaron el ejercicio educativo de los hombres libres, están siendo desterrados de las aulas. Cicerón asumió y tradujo estos términos definitorios de la esencia cultural griega por una hermosa palabra latina: humanitas. Y así, las antiguas paideía (“educación de los jóvenes”) y philanthropía (“respeto por el ser humano”) acabaron por desembocar en los términos Humanidades y Humanismo en los siglos XVIII y XIX respectivamente.
Ese hilo, que ha hilvanado siempre los conocimientos de toda persona culta, se está rompiendo hoy, creo que definitivamente. Desde la Ley General de Educación, de 1970, hasta hoy, todas las reformas educativas en nuestro país han tenido un rasgo común: el recorte significativo de los estudios de humanidades, entendidos en el sentido que acabo de decir. Las reformas actuales en las universidades e institutos están cerca de suponer el golpe de gracia.
Todo se hace siempre en nombre de los mismos argumentos falaces: hay que modernizarse, hay que adaptarse a un mundo que cambia a velocidad de vértigo, hay que introducir a toda costa las nuevas tecnologías, hay que convertir el ordenador en el nuevo eje del sistema y hay que desterrar la Cultura Clásica en favor de la Informática y la Tecnología, como si fueran mundos incompatibles. Quienes hacen los nuevos planes de estudio, quienes nos dirigen, hace tiempo que desconocen los ideales del humanismo clásico: lo desprecian sin haber sabido nunca lo que desprecian. No sienten ningún pudor, pues no saben que ignoran lo que ignoran.
¿Qué puede esperarse de los medios públicos cuando la Universidad está ya transitando por esa senda? ¿Qué lugar puede tener un programa como LNMP en un contexto como éste? ¿Qué significa para los actuales dirigentes de la Corporación RTVE el servicio público? Probablemente lo mismo que significa para quienes hacen las leyes educativas: algo muy diferente a lo que Cicerón entendía por humanitas. La reflexión, la crítica, el conocimiento profundo, ni lateral ni sesgado, tienen muy poco que ver con los intereses de los dirigentes, sean estos políticos o de cualquier otra índole, y RTVE española no es una excepción. Sus dirigentes actúan con la simpleza de quienes hoy toman las decisiones en todos los ámbitos de una sociedad que desprecia la experiencia e idolatra la juventud.
Los actuales dirigentes de RNE no se distinguen de los de la Universidad ni de aquellos que han decidido que lo mejor para nuestro sistema educativo es aplicar la fórmula “más ordenadores” no “más profesores”. Tampoco son distintos de los dirigentes políticos que claman por la dignificación del profesorado mientras, a la vez, establecen un sistema de acceso a los cuerpos docentes del Estado que fomenta la entrada de auténticos iletrados que no están obligados a realizar un sólo ejercicio práctico que acredite su competencia y sus conocimientos, sino una serie de pretendidas nociones pseudopedagógicas santificadas por los artículos de la LOGSE: auténticas memeces convertidas en normativa docente. Supongo que los dirigentes que defienden ahora medidas para prestigiar la labor docente no ignoran que prestigio e ignorancia son completamente incompatibles y, sin embargo, fomentan un sistema que no sólo relega a un segundo plano el conocimiento de los alumnos; también el de los profesores.
Los dirigentes de RNE no son una excepción sino un modelo, y actúan como exigen los tiempos. La supresión de LNMP es, pues, un acto completamente coherente y, a mi juicio, responde a los mismos objetivos globales que, en la actualidad, rigen en todos los ámbitos de nuestra sociedad. ¿Por qué razón cabría esperar que unos dirigentes formados en su inmensa mayoría en un sistema educativo que desprecia el rigor, el conocimiento, la crítica fundada y la visión global de los problemas, tengan un comportamiento respetuoso con quienes, precisamente, basan su visión de las cosas en todo lo que ellos ignoran? La eliminación de LNMP es un acto perfectamente coherente, pues era un programa que desentonaba dentro del tono general de la nueva emisora que sus dirigentes deseaban diseñar. Una emisora acorde con los nuevos tiempos.
En medio de todo ello, recuerdo muy bien la actitud de Manolo HH desde el mismo día que, en medio de una enfermedad cuyo final era todavía incierto, fue informado por la dirección de RNE de la supresión de su programa. En contra de lo que se ha dicho (basta con leer el artículo que publicó Diego Manrique en el diario El País en esas fechas), Manolo no dijo nada a su audiencia (¡una audiencia de doce años!) hasta la noche en que, justo antes de comenzar el programa, oímos una cuña publicitaria en la que la propia RNE anunciaba (con el dudoso estilo de los nuevos tiempos) el nuevo programa de las madrugadas. Fue la emisora, no Manolo HH, quien anunció el final de LNMP. Manolo, entonces, hizo lo que había hecho siempre: subirse a su barco y pilotarlo hasta que se hundió para siempre. No se fue de vacaciones (era Agosto): se quedó hasta el final. Hasta el último instante. Hasta que se hizo el silencio.
He visto a Manolo trabajar en medio de condiciones extremas, con un presupuesto con el que muchos otros profesionales no serían capaces ni de llegar a la sintonía de sus programas. Lo he visto preocuparse por su programa desde las frías salas de un hospital. He visto cómo cada verano, en el tiempo de sus vacaciones, trataba de mantener LNMP en la parrilla del curso siguiente. Lo he visto luchar con el micrófono en la mano dejando al lado el agobio de una enfermedad que, a pesar de todo, superó plenamente. Y lo he visto paseando por los pasillos del hospital, pegado al carrito del suero, esperando, con la tristeza asediando sus ojos, el consuelo de una llamada que, desde la empresa a la que ha dedicado buena parte de su vida, nunca llegó. Lo he visto. Nadie me lo ha contado.
Su actitud de respeto escrupuloso y permanente por los dirigentes de RNE (ni una palabra que pueda interpretarse como desatenta), por los mismos dirigentes que le han condenado al silencio durante un año y a un papel de reportero callejero en el momento actual, no sé si empequeñece su figura o la engrandece todavía más. Quizá el tiempo, con su rostro de juez insobornable, nos ayude a comprender.
Mientras tanto, vaya mi agradecimiento permanente a Manolo y a los que han mantenido el recuerdo de su programa en las páginas de este blog.
De nuevo, gracias.
Bernardo Souvirón
24/09/2009
Bernardo Souvirón
24/09/2009